Por el Licenciado Daniel Cinti
Preguntas básicas que nos hacemos con algunas posibles respuestas
Cuando se habla de preparación física en el deporte, surge una pregunta que es natural hacer y que forma parte del común denominador de la gente: ¿cómo saber si un equipo o un deportista está bien o mal preparado?
La respuesta no siempre es sencilla, sobre todo si tratamos de descifrarlo en períodos de competencia donde la evaluación solo pasa por el resultado impuesto sobre un rival, pero es loable analizar porque hay ciertos indicadores claros para atender que sirven para orientar pautas concretas como:
- La intensidad con la que un deportista se desempeña en el juego
- La repetición de las mismas en la mayor cantidad de tiempo
- El grado de lesiones que atraviesa el conjunto
- Cómo individualmente se sienten físicamente
- La capacidad de sostener un rendimiento estable entre el inicio y el final de la temporada.
Que los deportistas sufran la menor cantidad posible de lesiones es un gran desafio para todo el equipo de trabajo. Eso no significa que no existan —la exigencia es parte inseparable del deporte—, pero sí que el entrenamiento debe estar planificado para reducir sus riesgos. Como preparadores físicos es importante ser metódicos en la elaboración de los planes, tomar recaudos y analizar cada carga de trabajo, además de poseer un sentido común profesional en: aplicar las cargas adecuadas en el momento correcto y llevar adelante procesos coherentes.
Se conoce e interpreta que la preparación física es una parte fundamental del rendimiento del deportista, pero también que no lo es todo. El aspecto técnico, táctico y psicológico cumplen un rol igual de importante. La función es aportar desde la preparación a que llegue al día de la competencia en condiciones de expresar su máximo potencial.
Para lograrlo, el proceso de entrenamiento debe ser exigente y realista, de manera que reproduzca lo que se encontrará en competencia. Esto implica:
- Mejorar las cualidades físicas de forma integral.
- Mantener niveles óptimos de fuerza.
- Desarrollar movilidad y flexibilidad, entendiendo su rol tanto en la preparación como en la recuperación.
- Entrenar las intensidades dentro del campo como si se tratara de un partido oficial.
Los entrenamientos no solo preparan al cuerpo, sino que se actúa en una totalidad con la mente, ayudan a acostumbrarse a la exigencia real de la competencia y a desarrollar la confianza necesaria para responder y tomar decisiones acertadas en momentos clave.
Por eso, la organización de las cargas semanales y los descansos son decisivos. Entrenar fuerte no significa llegar cansado al día del partido. El secreto creemos está en el equilibrio: aplicar los sistemas adecuados, conocer al equipo y a cada individuo, y ajustar el trabajo para que lo importante ocurra en el momento justo: rendir al máximo en la competencia.
El objetivo deberia ser simple: que el deportista esté listo para rendir al máximo en la competencia, sin llegar agotado y con el menor riesgo de lesión posible. Ese equilibrio entre carga, recuperación y exigencia es, debería ser, la clave de entrenar bien.



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