Mantener la masa muscular, preservar la independencia y vivir con más calidad: tres razones que la ciencia y la práctica confirman.
Por Lic. Daniel Cinti
Especialista en Preparación Física y Entrenamiento Deportivo
Un nuevo paradigma en el movimiento
Durante años, la idea de “hacer ejercicio” estuvo asociada casi exclusivamente a la salud cardiovascular. Sin embargo, en la actualidad, la ciencia ha dejado algo en claro: entrenar la fuerza es indispensable a partir de los 40 años.
Diversas investigaciones señalan que mantener una musculatura activa no solo mejora la fuerza y la estética corporal, sino que también previene enfermedades metabólicas y cardiovasculares.
El genetista Michael Snyder, ha realizado investigaciones al respecto de la Universidad de Stanford, sostiene que fortalecer los músculos puede mejorar la calidad de vida, aumentar la resistencia e incluso prolongar la longevidad.
Con el paso del tiempo, el cuerpo cambia: se reduce la masa muscular, los huesos se vuelven más frágiles y la fuerza disminuye. Pero estos procesos no son inevitables. Entrenar la fuerza es una herramienta concreta para frenar el deterioro y mantener la autonomía durante más años.
El cuerpo que envejece, pero puede resistir
Si en la juventud la fuerza arma los cimientos, en la madurez se convierten en un sostén más poderoso contra el deterioro.
Los tres conceptos que marcan la diferencia en este proceso son:
- Sarcopenia: pérdida de masa muscular.
- Dinapenia: pérdida de fuerza.
- Kratopenia: pérdida de potencia.
Estos tres fenómenos explican el aumento de la fragilidad, la dependencia y la pérdida de calidad de vida en los adultos mayores. Sin embargo, aquí tenemos una buena noticia que pueden contrarrestarse con estímulos adecuados.
Lo que ocurre dentro del músculo
En cada fibra muscular se libra una batalla diaria entre la síntesis de proteínas musculares (MPS) y la degradación. Con la edad y la falta de actividad, esa balanza se inclina hacia la pérdida.
El entrenamiento de fuerza es el estímulo más potente conocido para activar la vía mTOR, que dispara la síntesis proteica y favorece el mantenimiento del tejido muscular.
A esto también es bueno decirlo que se suma la ingesta adecuada de proteínas, que aporta los materiales necesarios para la regeneración.
El declive más marcado ocurre en las fibras tipo II, que son las rápidas y potentes, esenciales para acciones como levantarse de una silla o reaccionar ante una caída. En personas mayores de 80 años, pueden representar menos del 30% de las fibras musculares —cuando en la juventud eran más del 60%.
Buen dato: El entrenamiento de fuerza es la única herramienta capaz de preservar estas fibras.
Constancia: el principio que no envejece
En la ciencia del entrenamiento hay un principio rector: El de la continuidad.
No se obtienen resultados entrenando de forma esporádica. La regularidad es la clave del progreso.
- La práctica sistemática de ejercicios de fuerza mejora el bienestar físico y emocional.
- Una progresión gradual y una técnica cuidada garantizan avances seguros y sostenibles.
- Combinar fuerza, equilibrio y flexibilidad ayuda a prevenir caídas y mantener la autonomía funcional.
Una rutina integral, adaptada a cada edad, puede marcar la diferencia entre el envejecimiento pasivo y el activo.
Los múltiples beneficios que van más allá del músculo
- Aumento de la masa muscular: mejora la fuerza funcional y la capacidad de realizar actividades cotidianas.
- Huesos más fuertes: estimula el crecimiento óseo y reduce el riesgo de osteoporosis.
- Mayor equilibrio y coordinación: disminuye la posibilidad de caídas.
- Metabolismo activo: ayuda a controlar el peso y los niveles de glucosa.
- Salud mental: mejora el ánimo, reduce el estrés y potencia la función cognitiva.
En síntesis, el músculo se comporta como un órgano de la salud: cuando se estimula, todo el organismo responde mejor.
Recomendaciones desde la práctica
La teoría explica el porqué. La experiencia, el cómo.
Algunos consejos esenciales para iniciar o sostener un programa de fuerza en personas adultas:
- Control médico previo: asegura que no haya contraindicaciones.
- Progresar de a poco (segundo principio de cargas adecuadas): comenzar con pesos livianos y repeticiones bajas, e incrementar gradualmente.
- Cuidar la técnica: entrenar bajo la guía de un profesional garantiza eficacia y prevención de lesiones.
- Escuchar al cuerpo: el dolor es una señal de ajuste, no de progreso.
- Buscar disfrute: el ejercicio debe ser una fuente de bienestar, no una obligación.
El entrenar la fuerza cada 48 a 72 horas es ideal para mantener el estímulo muscular, a ellos
complementar con ejercicios de flexibilidad y amplitud de movimiento es fundamental para preservar la movilidad y reducir el riesgo de lesiones.
Una conclusión con fuerza
Entrenar la fuerza no es una moda ni una cuestión estética: es una inversión en salud, autonomía y longevidad.
En la edad adulta, cada serie, cada repetición y cada movimiento son una forma de afirmar algo mucho más grande:
“Que envejecer no significa detenerse, sino aprender a moverse mejor.”


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